El Drakensberg es un parque nacional a los pies de las montañas que separan Sudáfrica de Lesotho (frontera oriental). En principio temíamos que el tiempo no iba a acompañar, pero al final rompió todas las previsiones y aun hizo más calor (o menos frío) que en Joburg.
Salimos el jueves por la tarde y después de tragarnos todo el caos del tráfico de las 5 nos pusimos rumbo a las montañas. Tras cuatro horas de conducir de noche, por autopista primero, por tramos en construcción y por carreteras regionales con más agujeros que un queso gruyère (léase potoles, del inglés pot holes), llegamos al albergue situado en Champagne Valley a escasos kilómetros de todas las actividades que ofrece la zona.
Dormimos en un Rondavel o Hut típico del país por su bajo coste. En realidad es como una chavola de campo, las chavolas de ciudad se construyen con hojalata y otros restos de la construcción y éstas, en cambio, usan ladrillos, paja y cemento (o más bien un tipo de barro).
El primer día decidimos hacer una excursión por el parque natural Ukhahlamba y después de informarnos en la recepción del albergue (un tío muy antipático, por cierto) nos decidimos por un camino de 4 horas. Pero hay caminos de hasta tres días, en los que puedes dormir en cuevas zulúes (hasta hay una detrás de una cascada, a lo Tarzán), pero eso lo dejamos para los profesionales. Se ve que necesitas tener un buen nivel de lectura de mapas y resistencia física que, la verdad, no tenemos aun. Es lo que tiene ir en coche arriba y abajo y no pasear más que en el supermercado.
El segundo día, al no poder volver a la montaña porque las agujetas nos hacían andar a lo futbolista, nos fuimos a ver un show de halconería, que al menos podíamos estar sentaditos y relajados. El jefe hizo gala de sus conocimientos de estos pajarracos mientras éstas ejecutaban un vuelo rasante sobre las cabezas de los asistentes. Luego soltó a los buitres y nos avisó de que eran un poco ladrones, pero como no los vimos venir, apunto estuvo uno de picotearnos la funda de la cámara. Cuando acabó el espectáculo fuimos a visitar la granja de un belga instalado en estos parajes y montamos a caballo durante 2 horas por las montañas de los alrededores. Creo que ya tengo el nivel para jugar a polo, aunque si no fuera por la ramita que me prestaron, mi caballo nunca se hubiera puesto al galope. Ya lo me lo dijo el guía, pareces estar montado en una pocket bike.
Al día siguiente, y para rematar el tema de las agujetas alquilamos unos quads e hicimos unas carreras por un circuito de montaña. Más tarde entendí porque la guía me dijo que me pusiera las gafas grandes (ver última foto)...
Después de todo esto el lunes llegamos tarde a trabajar... creo que no oímos el despertador o simplemente pasamos de ponerlo.
Os dejo unas fotos para que os hagáis una idea!!
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