Fin de semana en la sabana

El fin de semana pasado nos invitaron a la casa de campo (farm) del marido de una compañera de trabajo de Karin. Salimos el viernes a mediodía y a las 19:00 ya estábamos alrededor del fuego, contando historias de caza mayor y disfrutando del cielo estrellado como nunca, gracias a la ausencia de luna y de contaminación lumínica.

La casa está situada a escasa distancia de la frontera con Botswana y cuenta con 4.000 hectáreas (40 millones de m2) y un río que cruza la finca, aunque para este periodo del año esta totalmente seco. El terreno lo compró su abuelo en 1952 y desde entonces los familiares han ido construyendo casas en él con cierta separación. Las casas se encuentran bastante alejadas de la ciudad más cercana, así que se las tienen que ingeniar con el suministro de agua. Cuentan con un generador que ayuda a elevar el agua a un depósito y, éste, a la vez alimenta otro depósito con un recipiente debajo donde se quema la leña para calentar el agua. Lo malo es que se tienen que levantar a las 5 de la mañana para poder tomar una ducha con agua caliente en condiciones. Por supuesto tampoco hay electricidad.

Entre los que fuimos invitados había un antiguo guía del parque Kruger, que nos explicó como seguir el rastro de los bichos y nos ayudó a detectar a impalas y cerdos salvajes (pumbas para los que han visto “el Rey León”) en total libertad mientras circulábamos por los alrededores con un 4x4. También visitamos el resto de casas de la familia e incluso el colegio que construyeron en los ’70 para los niños de las familias negras que trabajan en la zona, vamos, que no paramos en todo el finde…

Y aquí viene lo mejor, tenían dos quads y una moto de enduro que pusieron a nuestra disposición. Al principio dimos una vuelta de 5 minutos por el tema de no abusar, pero al vernos llegar tan pronto nos dijo: “habéis tenido algún problema? Porque estáis aquí? Ir a dar una vuelta de verdad, coño…” Así que esto es lo que hicimos…

Os dejo también unas instantáneas